jueves, 3 de abril de 2008

La dulce Blanca

Hace poco más de un año,cuando todavía vivía en la barriada de Lavapiés,solía acudir por costumbre al supermercado de la plaza.Cada vez que bajaba hasta allí,coincidía -creo yo,que no por casualidad- con una ancianita que me llamaba poderosamente la atención.No podía evitar observarla,de lejos,mientras iba colocando los artículos dentro de la cesta.Ya,una vez en la calle, a veces aminoraba el paso con intención de fisgonear su compra e incluso llegaba a pararme cerca de ella para escucharla departir con alguna parroquiana.No sé por qué razón,el aspecto peculiar de la señora despertaba mi curiosidad;su cara me resultaba tremendamente familiar,como si la hubiera visto antes,en otro lugar.De cabellos tan blancos como su nombre,perfectamente maquillada,y de unos rasgos faciales decididamente amables.A simple vista,podía observarse que nada tenía en común con el resto de las mujeres de su edad,ni en atuendo,ni desde luego en forma de expresión.¡Qué poco me equivocaba!.

Por las tardes,a eso de las seis,coincidíamos,casi a diario,por las callejas de la zona.Ella aprovechaba los primeros rayos de sol para sacar a pasear a Lucas,un perrillo malhumorado y chiquitín que siempre andaba enzarzado con algún transeúnte.En más de una ocasión,yo había intercambiado saludo con conocidos comunes al tiempo que la viejecita se encontraba charlando con ellos,pero nunca se había dado la oportunidad de conocernos.El destino,la providencia,o vete tú a saber qué,haría que tiempo más tarde así sucediese.Poco después y,a punto de pagar en una de las cajas del súper,alguien me golpeaba suavemente por detrás.Era la misma anciana,solicitándome que le dejara pasar en mi lugar.Al darme la vuelta,quedé horrorizada.Llevaba en la mano,como de costumbre,un par de natillas,un paquete de jamón york,y la cara como un mapa mundi;toda ribeteada de cortes y de cardenales de diversos colores.El brazo,en cabestrillo y,un terrible gesto de dolor.Entonces me relató,punto por punto,la agresión de que había sido víctima la tarde anterior.Mientras sacaba al perro,un árabe de la zona había intentado robárselo.Ella había tirado,con fuerza,de la correa;el moro más,así hasta que consiguiera arrastrar a dueña y can, por el suelo.Lucas se había resistido con uñas y dientes y,Blanca,no se había quedado atrás.(De resultas del incidente,todavía conserva dos graves lesiones,una en la muñeca y otra,peor, en la espalda).En esa ocasión,la acompañé hasta su casa para acercarle la compra,y ése fue el comienzo de nuestra amistad.


Mi intuición no me engañaba.Efectivamente,estaba en lo cierto.La anciana resultó ser todo un personaje.En nuestros primeros encuentros comenzamos a hablar del Madrid antiguo,de la música de antes,de nuestros más insignes literatos y,por supuesto,del extinto Lavapiés.Me sorprendió gratamente el hecho de que quisiera meterse en harina,en este sentido;aunque,sin duda,al fin de la conversación,resultase ella más sorprendida que yo.Según me dijo después,no alcanzaba a entender cómo una persona tan joven pudiera tener conocimiento de las historias más sórdidas del enclave;más aún,cuando empezáramos a cruzar anécdotas acerca de los muchos pobladores de renombre,vecinos de ese lugar.Al fin,no sin antes haber pasado por algún que otro circunloquio,ambas decidimos mostrar nuestras cartas.La viejecita dulce confesaba ser hija de una de nuestras mejores y más prolíficas artistas de revista,cupletista en sus años mozos,y casada a su vez con el padre de Blanca,conocido también,por haber formado parte de una renombrada estirpe de toreros.Me habló entonces de Benavente,don Jacinto - como a ella le gusta llamarle- ,y a quien tiene colocado un altarcito en su casa,del mismo modo que hacen las beatas con las imágenes sacras.Me contó algunas anécdotas que se daban entre los ensayos de su madre con el maestro Guerrero,y con el mismísimo Guillermo Perrín.Hablamos de los estrenos musicales atribuídos a unas y a otras y,Blanca disipó muchas de mis dudas.Me aseguró también,en un rasgo de confianza,cómo hace años había llegado hasta su casa más de un periodista carroñero,con la intención de que la ex-vedette revelase secretos de profesión ,en el intento de que ésta pusiera,a parir,a muchas de las antiguas glorias;algunas todavía vivas y.otras,ya desaparecidas.A pesar del estado de vicisitud en que ella subsistiera entonces,y aún subsiste,siempre se negó a hacerlo.Considera un deshonor el hecho de extraer algún beneficio económico a costa de vilipendiar,con o sin razón,a sus compañeras de escenario.Ella misma,en su propia biografía,moteada de sinsabores, posee material sobrado como para abastecer a todos los programas amarillistas de la actualidad.Tiene vivencias y anécdotas jugosísimas,pero su discrección y honestidad se encuentran muy por encima de su espíritu práctico.En la actualidad,sobrevive de puro milagro -como ya apunté en la primera entrada de este blog - ,con enorme dificultad.Eso sí,todo el mundo en el barrio parece conocerla.Se siente terriblemente sóla,y no deja pasar la ocasión de "pegar la hebra" con cualquiera que se muestre dispuesto a escucharla.Suelen dirigirse a ella con respeto,aunque el brillo de los ojos de su interlocutor delate cierta desconfianza cuando es ilustrado con batallitas de otros tiempos.Por supuesto,nadie recuerda ya a su madre,ni a otros muchos artistas que ella menciona,excepto cuatro trasnochaos -como es mi caso- ,y a quienes la gente mira extraño cuando nos ven pasear a su lado.


La primera vez que me invitó a su casa,lo hizo para agradecerme el hallazgo de una publicación que llevaba décadas buscando y,que alguien le prometiera,sin llegar a cumplir su palabra.Nadie puede imaginar lo contenta que se puso cuando al fin tuvo el ejemplar entre sus manos.Lo acariciaba,mientras se le saltaban las lágrimas y,a mí,con ella.Después de aquello,hablamos regularmente,por teléfono;cuando yo,la llamo.Lleva meses,con el aparato precintado,únicamente hábil para recibir entrantes,pues no puede permitirse el lujo de pagar ;en cambio,la suya fue una de las escasas llamadas que yo recibiera para preocuparse por mi estado de salud,cuando enfermé este verano.En cuanto se hubo enterado,me dijo:¡Pero,nena,¿Cómo no te has venido a casa,para que yo te cuidase?!.Sabía que mi familia se encontraba fuera de Madrid,y era su particular forma de agradecimiento.


Hace algunas semanas he vuelto a verla.Le he llevado una grabación reciente de algunos de los éxitos de su mamá,que la pobre no ha podido escuchar,(porque también tiene fastidiado el aparato de música),a la par de una fotografía enmarcada de la insigne cupletista.En seguida,me dió instrucciones para que se la colgase en la pared,al lado de los mil recuerdos de teatro,que ya tiene.Allí,en las paredes de su modesta casita,aparecen expuestos los retratos de buena parte de toda nuestra cantera cultural madrileña.Emilio Carrere,Alvaro de Retana,José Juan Cadenas o Tomás Borrás,junto a un sin fin de estrellas teatrales de primera magnitud.Los artículos periodísticos que en su día hablaban de sus progenitores,también se hallan exhibidos,cerca de una fotografía de su padre;éste,vestido de torero,con tan sólo catorce años.Pueden verse otros tantos cuadritos,donde aparece Blanca formando parte del conjunto en los principales estrenos de Celia Gámez.Para mí,el hecho de estar allí es,en cierto modo,como haber alcanzado la facultad de ser transportada en el tiempo,aunque no acabe de sentirme completamente cómoda.El hecho de que Blanca presente demasiados problemas familiares,hace que sienta la imposibilidad de frecuentarla con la regularidad que me gustaría.Ella,tiene ya noventa años.Es miedosa,por naturaleza y por causa de la edad;y,a pesar de emplazarme siempre para nueva cita,algo hace que también se sienta nerviosa;quizá sea la extrañeza de saber que nadie pueda acercarse a ella,de forma desinteresada.En lo que a mí respecta,ni mucho menos pretendo que mi amiga se sienta incomoda.Nada más lejos de mi intención.Tengo suficiente corrido como para saber que,en este mundo,las más altruistas acciones,a menudo dan en resultar las más sospechosas;por tanto,he optado por permanecer en un discreto segundo plano,a pesar de que,de ningún modo,esté dispuesta a renunciar a esta amistad.Prueba de la suya,y en justa correspondencia,Blanca me obsequia en nuestro último encuentro con un paquete de pan y un ramillete de plátanos.Se excusa.diciendo que no puede ofrecerme nada más,no sin antes prometer invitarme a un café el próximo día,ya que siempre soy yo quien se lo ofrece.Asiento con la cabeza,para no contrariarla,y le acepto el suculento presente.Lo último que quisiera que pensara es que voy a contestarle con un desaire.Certifico que,una vez en casa,y tras haber probado la ambrosía frulícola, jamás me ha sentado mejor bocado alguno de todos cuantos haya llegado a probar en toda mi vida.Seguro que el milagro lo obró el cariño con el que ella me lo regalara. Antes de despedirnos me obliga a recordarle la letra de más de un cuplé subido de tono,que diría un meapilas,y nuevamente se extraña de que yo pueda ofrecérsela.Junto con el pan y con los plátanos,me regala además los oídos.La dejo en su pequeño reducto,parapetada tras una destrozada puerta,llena de cerrojos,y en compañía de Lucas.Sóla,con sus recuerdos.

Sé perfectamente que un día de éstos,cuando llame a su número,Blanca ya no estará detrás del auricular.Lo sentiré por mí,pues nunca más volveré a verla.Ella pasará a formar parte de la larga lista de seres queridos que ya no se encuentran aquí;de mi propia memoria.Para entonces,preferiré imaginármela actuando en sus años de juventud,tras el telón,esperando salir a escena,en medio de la seguridad que,en vida, sólo pudieron ofrecerle las tablas de un teatro.Será su merecido descanso,y mi consuelo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Me has dejado de piedra, amiga. Yo también conozco a esa señora, de los años (entre 1994 y 2004) en que viví en la calle Rodas. Y aunque nunca llegué a intimar tanto como tú con ella, si que tuve, en una terraza que ya no existe, una o tal vez dos largas conversaciones con ella. Lamento muchísimo que haya sido víctima de esa agresión. Hace falta ser el más despreciable espécimen de la raza humana para cometer algo así contra alguien así.

Carlota Garcinúñez dijo...

A Pablo:

Si la conoces,no es necesario que te diga que de veras es una persona especial.No tanto por su trayectoria,sino más bien por su propio carácter y por la naturalidad y la franqueza con que habla de la vida y,de las cosas.Y sí,hace falta ser un malnacido para agredir de esa manera a una persona tan vulnerable.

Un afectuoso saludo,

Carlota.

Anónimo dijo...

Una preciosa historia, de verdad. Lástima que en esta sociedad en la que vivimos, cada vez tengamos menos comunicación con la gente que tenemos al lado, ya que hay personas de las que podemos aprender, y mucho.

Nos vemos

Carlota Garcinúñez dijo...

Gracias por tu comentario,Miguel.Si las cosas fueran como tú apuntas,el panorama pintaría tan diferente...En éste,como en tantos otros casos,me atrevo a decir que si la protagonista de la historia perteneciera a otro grupo regional,probablemente su situación sería muy distinta.Pero,hace tiempo que,Madrid,parece tener lugar para todos,salvo para los madrileños de cuna;precisamente los únicos que están en disposición de hacer balance histórico y poder ofrecer el testimonio de una memoria atinada.

Saludos,

Carlota.