lunes, 31 de marzo de 2008

Un hombre de verdad

En agradecimiento a mis desvelos,alguien que sin duda me aprecia,me ha regalado recientemente la versión cinematográfica de "Matar a un ruiseñor".A pesar de saber que,ya contaba con ella,ha querido obsequiarme además con el nuevo formato;precioso por cierto.Los extras son impagables, sobre todo en su primera parte;bien es verdad que la larga entrevista que sus fans hacen al protagonista de la historia - el actor Gregory Peck - tampoco está exenta de encanto, a pesar del rebote que me enganché cuando,en un momento de la interviú,el citado actor se permite un comentario irónico acerca de Jean Paul Sartre.En definitiva,¿Qué se puede esperar de la filosofía de vida yanqui?.Después de siglos de su descubrimiento,aún es a ellos a quienes les queda tanto por descubrir... Pero,ésto es harina de otro costal.El caso es que,al volver a disfrutar en la pantalla de este relato,y a pesar de haberlo visionado en numerosas ocasiones,siempre puedes ser capaz de renovar la sensación primera,y hasta de encontrar nuevos detalles en la historia.No en vano, hace décadas que el personaje de Atticus Finch se convertiría,para mí,en el icono de hombre ideal por excelencia.

Cuando de niña leí la novela de Harper lee,su autora,quedé sobrecogida por la dignidad y las maneras de Atticus.El personaje posee todos aquellos valores que entraña el auténtico sentido de la humanidad.Por supuesto la narración consta de todos los ingredientes para ser un cuento de hadas,pero resulta tan edificante soñar... Sería tan imprescindible conservar una pequeña parte de esa ingenuidad infantil...Después,durante mi peregrinar en la vida de adulto, he pasado el tiempo perdido tratando de encontrar o,mejor dicho,de saber reconocer a hombres de esas características.Ni que decir hay,que mi búsqueda ha sido en vano.He conocido a algunos portadores de su honestidad,a pocos de su entrañable sutileza;pero,nunca he llegado a tener frente a mí a un caballero del sur.Y es que,resulta muy difícil aunar en un solo indivíduo la natural rudeza del hombre en perfecta armonía con la templanza de carácter.Cuando aspiras a tanto,es muy probable que la realidad no llegue,ni de cerca,a la consecución de tus espectativas. Cuando además,todos los modelos masculinos con que has contado,han dejado el listón tan alto,el rastreo se torna practicamente estéril.Los hombres que me circundan dicen que así de complicadas somos las mujeres que lo queremos todo.Que,las pocas que hemos sido educadas como varones,somos quienes no llegamos a corresponder con el ideal de fémina sumisa,que es precisamente a la que ellos quieren y, que ésa es la razón por la que forzosamente quedamos inhabilitadas para las relaciones.Probablemente,tengan razón.Nunca he sabido poner cara de lela ante las machadas de mi pareja o de mis amigos,ni hacerles ver que me descubrían el mundo cuando daban cita de cualquier ocurrencia antes pensada por mí.Nada que ver con la indiscreción o la pedantería,aunque ésta pudiera apreciarse por ellos como una actitud díscola.He estado dispuesta a aprender,no tanto a que me enseñaran.Por lo que se vé,aspirar a un equilibrio racional,al margen de roles sexistas (según me cuentan),en el caso de la mujer resulta un error fatal.

Para amar con el corazón,e incluso con la entrepierna,los hay que antes necesitamos hacerlo con la cabeza.En lo que a mí se refiere,siempre he optado por preferir el amor a la admiración,en cambio me muestro incapaz de sustentar ese modus operandi,en todo lo tocante al terreno afectivo .Cualquier actitud que no pase por la turmix de mi entendimiento,no llegará a hacer mella en mi corazón.Si fuera necesario,resultaría apta para brujulear entre las sábanas de un desconocido.Nunca para hacer la cama de alguien que no mereciera mi respeto.Por eso ha de existir,siquiera en la ficción,un personaje como Finch,capaz de encarnar al hombre que realmente lo es,y que no necesita demostrarlo a cada paso.Aventuro que en la sociedad actual y,tal vez en la de cualquier otra época,ésta pueda ser una dinámica complicada de efectuar.Aún así,me pregunto : ¿Dónde tiene su lugar el bien entendido honor?,¿Qué ha sido de aquellos hombres que eran capaces de otorgar validez a su palabra?.Al hilo de todo ello,no puedo por menos que enternecerme con la imagen ofrecida por muchos caballeretes,por eso de que "de todo hay en la viña del señor", y sobre los que ya escribiera Esther Vilar,en su controvertido libro "El varón domado".¿Víctimas o verdugos?.Atticus habría dicho:"Lo justo consiste en hacer lo necesario para mantener alta la cabeza"...Eso es a lo que yo llamo:Un Hombre de verdad.

2 comentarios:

Edipo dijo...
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Carlota Garcinúñez dijo...
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